Santa Hildegarda, Alemania 1179
Atraerá a la gente dándole completa libertad de
dejar de observar todos los mandamientos divinos y eclesiásticos, perdonándole sus pecados y exigiendo que sólo crean en su
divinidad… Concederá libertad total de los mandamientos de Dios y de la Iglesia y permitirá que todos vivan según sus
pasiones... Se esforzará por hacer que la religión sea conveniente. Dirá que no es necesario ayunar ni amargarse la vida con
renunciación...
En
las Revelaciones de Santa Brígida 1.23 Cristo pasa
este juicio a un obispo "...todo su pensamiento se dirige hacia cosas del presente, en lugar de cosas etemas,
hacia como el será bien recompensado por los hombres y hacia lo que sirve a la carne, en lugar de como yo
lo recompenso y de lo que es provechoso para el alma del hombre." Un aspecto del orgullo que afecta particularmente al
clero es la vanidad, en la que ellos buscan ser alabados por otros al ser considerados cultos (1.33). Pretenden alabar a Cristo
mientras que su intención es recibir alabanzas ellos mismos y avanzar en la Iglesia y pertenecias mundanas (6.37). Seguido
se rehusan a amonestar a los pecadores y dicen lo que la gente quiere escuchar para gustarles y ser apreciados (1.55). Revelaciones de Santa Brígida:
El primer pastor que
tuve simboliza a mis amigos, o sea, a los sacerdotes que acostumbraba a tener en la Santa Iglesia
(por uno quiero decir muchos). A ellos les confié mi rebaño, es decir mi venerabilísimo cuerpo,
para que lo consagraran, y las almas de mis elegidos para que las gobernaran y protegieran. También les di cinco cosas buenas,
más preciosas que el oro, en concreto, una captación inteligente de todos los temas enigmáticos para que distinguieran entre
el bien y el mal, entre la verdad y la falsedad. Segundo, les di penetración y sabiduría de temas espirituales. Esto se ha
olvidado ahora y, en su lugar, se ama el conocimiento del mundo. Tercero, les di castidad; cuarto, templanza y abstinencia
en todo para un autocontrol de su cuerpo; quinto, estabilidad en los buenos hábitos, palabras y obras.
Tras
este primer pastor, o sea, después de estos amigos míos que solía haber en mi Iglesia en tiempos
pasados, ahora han entrado otros pastores malvados. Ellos han comprado una esposa para sí mismos
a cambio del oro, o sea, a cambio de su castidad, y, por esas cinco cosas buenas, tomaron para sí
el cuerpo de una mujer, es decir, la incontinencia. Por ello mi Espíritu se ha apartado de ellos.
Cuando tienen total voluntad de pecar y de satisfacer a su esposa, es decir, a su lujuria, según su sentido del placer, mi
Espíritu está ausente de ellos, pues no se preocupan de la pérdida del ganado mientras puedan seguir su propia voluntad. Las
ovejas que fueron completamente devoradas representan a aquellos cuyas almas están en el infierno y cuyos cuerpos están enterrados
en tumbas a la espera de la resurrección del eterno castigo Las ovejas cuyos cuerpos están intactos,
pero cuyo espíritu de vida ya no está en ellos, representan a las personas que ni me aman ni me
temen, no sienten devoción alguna ni les importo. Mi Espíritu está lejos de ellos, pues los dientes
envenenados de las bestias han contaminado su carne. En otras palabras, sus pensamientos y espíritu,
como lo simbolizan la carne y entrañas de la oveja, son para mí tan repugnantes como lo es comer
carne envenenada. Su piel, es decir, su cuerpo, está desprovisto de toda bondad y caridad y no vale para servir en mi Reino.
Al contrario, será enviado al fuego sempiterno del infierno después del juicio. Su lana, o sea, sus obras, son tan inútiles
que no hay nada en ellos que les haga merecer mi amor y mi gracia.
"De la misma forma que yo, en
una ocasión, incluí a todo el pueblo israelita en el nombre de Israel en la Ley, ahora mediante
estos cinco hombres me refiero a todos en el mundo. El primer hombre representa al líder
de la Iglesia y sus sacerdotes; el segundo, a los laicos corruptos, el tercero a los judíos, el cuarto a los
paganos y el quinto a mis amigos. En lo que a ti respecta, judío, he hecho una excepción con todos los judíos que son
cristianos en secreto y que me sirven en caridad sincera, conforme a la fe y en sus trabajos perfectos en secreto. En relación
a ti, pagano, he hecho una excepción con todos aquellos que con gusto caminarían por la senda de mis mandamientos si tan solo
supieran cómo y si fueran instruidos, los que tratan de poner en práctica todo lo que pueden y de lo que son capaces. Éstos,
no serán de ninguna manera sentenciados con vosotros.
Ahora declaro mi disgusto contigo, cabeza de
mi Iglesia, tú que te sientas en mi asiento. Le concedí este asiento a Pedro y a sus sucesores para que se sentaran con una triple dignidad
y autoridad: primero, para que pudieran tener el poder de atar y desatar
a las almas del pecado; segundo,
para que pudieran abrirle el Cielo a los penitentes; tercero, para que cerraran el Cielo a los condenados y a aquellos que me desprecian.
Pero tú, que deberías estar absolviendo almas y presentándomelas, eres realmente un asesino
de almas. Designé a Pedro como el pastor y el sirviente de mis ovejas, pero tú las
disipas y las hieres, eres peor que Lucifer.
Él tenía envidia de mí y no persiguió matar
a nadie más que a mí, de forma que pudiera él gobernar en
mi lugar. Pero tú
eres lo peor en que, no sólo me matas al apartarme de ti por tu
mal trabajo sino que, también, matas a las almas debido a tu mal ejemplo. Yo redimí almas
con mi sangre y te las encomendé como a un amigo fiable. Pero tú se las devuelvas al enemigo del que yo las redimí. Eres más injusto que Pilatos. Él tan sólo me condenó a muerte. Pero tú no sólo me condenas como si yo fuese un pobre hombre indigno, sino que
también condenas a las almas de mis elegidos y dejas libres a los culpables. Mereces
menos misericordia que Judas. Él tan solo me vendió. Pero tú, no solo me vendes a mí, sino que también vendes a las almas de mis elegidos en base a tu propio provecho
y vana reputación. Tú eres más abominable que los judíos. Ellos tan sólo crucificaron
mi cuerpo, pero tú crucificaste y castigaste a las almas de mis elegidos para quienes tu
maldad y trasgresión son más afiladas que una espada.
Así, puesto que eres como Lucifer,
más injusto que Pilatos, menos digno de misericordia que Judas y más abominable que los judíos,
mi enfado contigo está justificado. El Señor dijo al segundo hombre, es decir, al que representa
a los laicos: “Yo creé todas las cosas
para tu uso. Tú me diste tu consentimiento a mí y Yo a ti. Tú me prometiste tu fe y me juraste que me servirías. Ahora, sin
embargo, te has apartado de mí como alguien que no conoce a Dios. Te refieres a mis palabras como mentiras y a mis trabajos
como carentes de sentido. Tú dices que mi voluntad y mis mandamientos son
muy duros. Has violado la fe que prometiste. Has roto tu juramento y has abandonado mi Nombre.
Te has disociado a ti mismo de la compañía de mis santos
y te has integrado en la compañía de los demonios, haciéndote socio suyo. Tú
no crees que ninguno merezca alabanza y honor salvo tú mismo. Consideras difícil todo lo que tiene que ver conmigo
y lo que estás obligado a hacer por mí, mientras que las cosas que te gusta hacer son fáciles para ti. Es por esto
que mi enfado contigo está justificado, porque tú has quebrado la fe que me prometiste en el bautismo y en adelante. Encima,
me acusas de mentir sobre el amor que te he mostrado de palabra y de hecho. Dices que yo era un loco por sufrir”.
Al
tercer hombre, es decir al representante de los judíos, le dijo: “Yo comencé mi amoroso idilio contigo. Te elegí como mi pueblo,
te libré de la esclavitud, te di Mi Ley, te conduje hasta la Tierra que les había prometido a tus
padres y te envié profetas que te consolaran. Después, elegí una Virgen de entre vosotros y tomé
de ella naturaleza humana. Mi disgusto contigo es que aún rehúsas creer en mí, diciendo: “Cristo
no ha venido todavía sino que tiene que venir”.
El Señor dijo al cuarto
hombre, es decir a los paganos:
“Yo te creé y te redimí para que fueras cristiano. Hice contigo todo el bien. Pero tú eres como alguien que está fuera
de sus sentidos, porque no sabes lo que haces. Eres como un ciego, porque no sabes hacia dónde te diriges. Adoras a las criaturas en lugar
de al Creador, a la falsedad en lugar de a la verdad. Te
arrodillas ante las cosas que son inferiores a ti. Esta es la causa de mi disgusto en relación
a ti”. Al quinto hombre le dijo: “¡Acércate más, amigo!”
Y se dirigió directamente a la Corte Celestial: “Queridos amigos, este amigo mío representa
a mis muchos amigos. Él es como un hombre
cercado entre los corruptos y mantenido en un duro cautiverio. Cuando dice la verdad le arrojan
piedras en la boca. Cuando hace algo bueno, le clavan una lanza en el pecho. ¡Ay, mis amigos y santos! ¿Cómo puedo soportar a esas personas y cuánto tiempo me mantendré
con semejante desprecio?”. ....
Después, el Señor
continuó, diciendo al primero de los cinco hombres: “La espada de mi severidad atravesará tu cuerpo, entrando desde
lo alto de tu cabeza y penetrando tan profunda y firmemente que nunca podrá ser sacada. Tu asiento se hundirá como una piedra
pesada y no cesará hasta que alcance la parte más baja de las profundidades. Tus dedos, es decir, tus consejeros, arderán
en un fuego sulfuroso e inextinguible.
Tus brazos, es decir, tus vicarios, que debieran de haber conseguido el beneficio
de las almas, pero que en su lugar consiguieron provechos mundanos y honores, serán sentenciados al castigo del que habla
David: ‘Que sus hijos queden huérfanos y su mujer viuda, que los extraños le arrebaten su propiedad’. ¿Qué significa
‘su mujer’ sino el alma que ha sido separada de la gloria del Cielo y que quedará viuda de Dios? ‘Sus hijos’,
es decir, las virtudes que aparentaron poseer y mi gente sencilla, aquellos que se les sometieron, serán apartados de ellos.
Su rango y propiedad caerá en manos de otros, y ellos heredarán la eterna vergüenza en lugar de su rango privilegiado.
Sus mitras se hundirán en el barro del infierno y ellos mismos nunca se levantarán de él. Por ello, lo mismo que el honor
y el orgullo que alcanzaron sobre otros aquí en la tierra, se hundirán en el infierno tan profundamente, más que los demás,
que les será imposible levantarse. Sus extremidades, o sea, todos los sacerdotes aduladores que les secunden, serán separados
de ellos y aislados, igual que una pared que se derrumba, en la que no quedará piedra sobre piedra y el cemento ya no se adherirá
a las piedras. La misericordia nunca les llegará, porque mi amor nunca les calentará ni les repondrá en la eterna Mansión
Celestial. En su lugar, despojados de todo bien, serán eternamente atormentados junto a sus líderes.
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