La herejía del Irenismo es una de las tendencias modernistas que más daño ha causado a la Iglesia. El Irenismo es
un movimiento que mediante la razón busca la conciliación y la paz. En principio puede verse bien sobre todo cuando impera
el odio y la violencia , no obstante el Papa Pío XII, en la Encíclica "Humani Generis" en la polémica sobre el Modernismo,
advertía en el "Irenismo" un peligro muy real. La palabra viene del griego "Irene" = paz. El término viene
de la propuesta de Erasmo de querer conciliar el catolicismo y el protestantismo.
IRENISMO = PACIFISMO = ERASMISMO
= RELATIVISMO = PROGRESISMO = MODERNISMO. Esta herejía tiene un afán excesivo de conciliar y de dialogo pero en
detrimento de la fe. Destruye la identidad católica. Hay en el "Irenismo" una búsqueda de consenso, de diálogo,
de relativismo y de espíritu ecuménico, que hace que el Dogma de la Fe o las Verdades Fundamentales pasen a un 2º Plano, dejando
las Convicciones y las Creencias Personales en 3º Plano.
El "Irenismo" con su mano tendida y apertura a "posiciones
progresistas", no es amigo de poner "los puntos sobre las íes" , ni de refutar falsedades/errores, ni de afirmar la verdad
de la realidad. Esta mentalidad puede ser nociva al Bien Común porque con la apariencia de comprensión y reconciliación, disimula
la verdad y autoriza el error.
Algunos ven en el "Irenismo" un Humanismo Naturalista y otros un caballo
de Troya.
Tanto el falso profeta como el anticristo serán irenistas, (pacifistas, conciliadores), ecologistas y
ecumenistas. El periodo de reinado del anticristo esta caracterizado por un periodo inicial de falsa paz. Por eso al
falso profeta se le conoce como el pacifista.
El Concilio Vaticano II condenó el Irenismo en el número
11 del Decreto Unitatis Redintegratio diciendo que "no hay nada tan ajeno al ecumenismo como ese falso Irenismo que
daña la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino y cierto". Sin embargo en la practica actualmente es
la herejía mas difundida en la Jerarquía . El Papa Pío XI definió como «ignominiosa» la colocación de la religión verdadera de Jesucristo «en el mismo nivel de las falsas religiones» (SS. Pío XI ,encíclica Quas Primas).
El Irenismo ha llevado a cometer cada vez más actos de profanación,
como hacía Bergolio al celebrar ceremonias judías y musulmanas dentro de la Catedral de Buenos Aires (a pesar de estar totalmente
prohibido por la liturgia); en nombre de la falsa paz se han cometido los mayores actos de apostasía ya que
esta paz no viene de Cristo sino del mundo. Bergoglio como Cardenal en Argentina ya se reunía sincréticamente con
Sacerdotes vodoos africano y otras falsas religiones según ellos para orar juntos por la paz con este acto
Bergoglio violó el primer mandamiento de la ley de Dios cometiendo un acto de apostasía publica y blasfemia pues esta
validando la oración a los dioses falsos.El Cardenal Mercier, fiel a la perenne enseñanza de la Iglesia denunció
el indiferentismo religioso como una blasfemia. Advirtió que "poner la religión de origen divino en el mismo nivel
con las religiones inventadas por los hombres" es la "blasfemia que atrae los castigos de Dios en la sociedad mucho más que
los pecados de las personas y las familias."
El Papa Pío IX, enseñó en
su Plan de Estudios 1864 que es un error creer que "El hombre puede, en la observancia de
cualquier religión, encontrar el camino de la salvación eterna, y llegar a la salvación eterna."
Esta herejía
se ha extendido mucho ya que ha sido promovida por medio de un falso ecumenismo que busca la unidad pero no la unidad
en Cristo sino la unidad en el error; llegando a la degradación total de las verdades morales de la fe hasta
promover vicios como la homosexualidad en nombre de la falsa paz, de la tolerancia , la solidaridad , de la hermandad
universal donde se sacrifica la verdad a expensas de la Apostasía del evangelio.
Esta falsa paz que promueve
la hermandad sin la paternidad del Dios verdadero es un tipo de gnosticismo panteísta ellos buscan fundirse
con otras religiones para superar lo que los divide pues ellos creen que al superar las divisiones se funden
en el dios cósmico que invade el Todo. El Irenismo niega que exista una verdad absoluta y una religión verdadera
por eso se vale de la simulación del relativismo moral y religioso. La herejía irenista evita tomar posturas morales
comprometedoras; como aquella tan difundida hoy en día "¿Quién soy yo para juzgar a los gays?" (o a los masones,
o a los sionistas, o a los divorciados vueltos a casar que quieren comulgar, etc...)''.
El Papa Pío IX,
condenó en el Syllabus los enunciados pacifistas, y el mismo Benedicto XV –a quien le tocó regir la Iglesia durante
la Primera Guerra Mundial– distinguió entre los horrores de la contienda, la conveniencia de una verdadera paz y la
doctrina moral tradicional que justifica determinadas luchas. Pío XI, como bien se sabe, apoyó y bendijo sin reservas la Cruzada
Española de 1936 y la noble resistencia cristera de los católicos mexicanos (1926-1929), en documentos tan límpidos como emocionantes
y aleccionadores, siendo su sucesor Pío XII quien nos ha legado quizás, entre los pontífices modernos, las más elaboradas
razones sobre la paz y la guerra, las armas y la justicia, y el deber cristiano de hacer frente a la iniquidad. No la inmoralidad
de la guerra de agresión, enseña Pío XII, no el armamentismo provocador y amenazante ni la “monstruosa crueldad de las
armas modernas”, pero tampoco la tibieza, la pusilanimidad y la paz a todo precio.
Siempre será “moralmente lícito o incluso, en algunas circunstancias concretas, obligatorio,
rechazar con la fuerza al agresor… Un pueblo amenazado y víctima de una injusta agresión, si quiere pensar y obrar cristianamente,
no puede permanecer en una indiferencia pasiva… y si no quiere dejar las manos libres a los criminales internacionales,
no le queda otro remedio que prepararse para el día en que tendrá que defenderse”
1
Tesalonicenses 5:3 que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente,
como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán. Daniel 8:25 Y con su sagacidad hará
prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y con paz destruirá a muchos; y contra el Príncipe de los
príncipes se levantará; mas sin mano será quebrantado. Lamentaciones
2:14 Tus profetas tuvieron para ti visiones falsas y necias, y no manifestaron tu iniquidad para que regresaras
de tu cautiverio, sino que vieron para ti oráculos falsos y engañosos.
Francisco predica la falsa paz del mundo no la paz que solo viene
de Cristo. Por eso es capaz de avergonzarse y esconder delante de los hombres incluso su cruz pectoral para no incomodar a
otras religiones.
Tito 1:16 Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes
e inútiles para cualquier obra buena.
¡ Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad
hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4
Solo en Cristo puede haber verdadera unidad y verdadera paz
''Cristo es nuestra paz" cf Ef 2,14. Cristo unificó en la CRUZ al pueblo Judío con los gentiles en la unidad de la IGLESIA
fuera de ella no hay verdadera paz ni tampoco verdadera unidad.
...la paz de Cristo ... es la única
verdadera paz", el Papa Pío XI enseñó en el 1922 en su Encíclica Ubi Arcano (1922) La paz de Cristo en el reino de Cristo
Tres años después, el mismo Papa enseñó una vez más que la paz de Cristo sólo
es posible a través del reino de Cristo en la tierra, cuando todo se presente al dulce yugo de su gobierno gentil: "Cuando
una vez que los hombres reconocan, tanto en privado como en la vida pública , que Cristo es Rey, la sociedad podrá por fin
recibir las grandes bendiciones de la libertad verdadera, la disciplina bien ordenada, la paz y la armonía "(Pío XI, Encíclica
Quas Primas , n. 19 Carta encíclica del Papa Pío XI «QUAS PRIMAS» SOBRE LA FIESTA DE CRISTO REY
¿Es lícito pelear por Cristo?http://quenotelacuenten.verboencarnado.net/?p=83
Suele haber entre los cristianos un cierto complejo cuando se oye hablar de la “guerra por Cristo”
o de “dar la sangre por defender la Fe”. El enemigo de la Iglesia Católica ha venido repitiendo hasta el cansancio
que “el valor supremo es la Paz” y que nada puede oponérsele, sea cual fuere el motivo de la contienda. Dicha
posición ha sido calificada como la “herejía” del “irenismo” (de eirene,
en griego, “paz”); en resumen, esta postura dice que siempre hay que aguantar cualquier tipo de agresión, tanto
a uno mismo como a un tercero y jamás responder con violencia.
Ya la Sagrada Escritura tiene innumerables testimonios
del uso de la violencia ordenadamente. El mismo Señor, en un pasaje que los pacifistas prefieren olvidar, tomó unas cuerdas
y haciendo un látigo expulsó a los mercaderes del Templo en razón del celo que le causaban las cosas de Su Padre (Jn 2,15).
Pero ya desde san Agustín y san Ambrosio, dos santos padres de la Iglesia (siglos IV y V), se fue gestando la sana doctrina
del uso de la violencia como parte de la virtud cardinal de la fortaleza. El cristiano amará la paz, pero conocerá que muchas
veces es necesario alcanzarla y sostenerla por vía del combate.
El Papa Pío IX, condenó en el Syllabus los enunciados
pacifistas, y el mismo Benedicto XV –a quien le tocó regir la Iglesia durante la Primera Guerra Mundial– distinguió
entre los horrores de la contienda, la conveniencia de una verdadera paz y la doctrina moral tradicional que justifica determinadas
luchas. Pío XI, como bien se sabe, apoyó y bendijo sin reservas la Cruzada Española de 1936 y la noble resistencia cristera
de los católicos mexicanos (1926-1929), en documentos tan límpidos como emocionantes y aleccionadores, siendo su sucesor Pío
XII quien nos ha legado quizás, entre los pontífices modernos, las más elaboradas razones sobre la paz y la guerra, las armas
y la justicia, y el deber cristiano de hacer frente a la iniquidad. No la inmoralidad de la guerra de agresión, enseña Pío
XII, no el armamentismo provocador y amenazante ni la “monstruosa crueldad de las armas modernas”, pero tampoco la tibieza, la pusilanimidad y la paz a todo precio. Siempre será
“moralmente lícito o incluso, en algunas circunstancias concretas, obligatorio, rechazar con la fuerza al agresor…
Un pueblo amenazado y víctima de una injusta agresión, si quiere pensar y obrar cristianamente, no puede permanecer en una
indiferencia pasiva… y si no quiere dejar las manos libres a los criminales internacionales, no le queda otro remedio que prepararse para el día en que tendrá que defenderse”
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