Escrito por la Doctora Isabel (Quito)
Al iniciar mi vida profesional, trabajé
como médico residente en el servicio de Pediatría de un Hospital Oncológico de mi ciudad. Al principio, se me hizo muy duro,
porque ver sufrir tanto a unos pequeñitos que aún no han visto mucho del maravilloso mundo que Dios nos ha regalado, mueve
el corazón a cualquiera. Después, cada uno de mis pacientes me iba dando una gran lección y quiero compartir algunas de ellas
con ustedes.
Antes de empezar es muy importante aclarar
que la mayoría de niños con cáncer se curan y pueden llegar a tener una vida normal, pero su tratamiento requiere un esfuerzo
grande de parte de ellos y sus familias. Normalmente, sus vidas cambian radicalmente cuando se diagnostica esta enfermedad.
Un día de trabajo normal, acudí al servicio
de Quimioterapia Ambulatoria a colocar indicaciones para un paciente. Su nombre era Rafael y tenía 2 añitos. Mientras estábamos
allí llegó Carlitos de 4 años, también a recibir su tratamiento. Cuando le iban a colocar la vía (una aguja en su manito),
Carlitos empezó a llorar. Rafael se bajó de su asiento, con su vía ya colocada y fue a traer unos lápices de colores y una
hoja, se la llevó a su amigo y le dijo: “no llores Carlitos, mejor pinta”. El otro niño, tomó los lápices y se
puso a pintar mientras la enfermera realizaba su labor.
Alison, de 3 años, lloraba mucho cada vez
que iba al hospital, pero con el tiempo se fue adaptando y después era la maestra de todos los niños nuevos, les decía: “grita
todo lo que quieras, pero no muevas la mano”.
Es increíble la capacidad de adaptación
que tienen estos niños, los primeros días lloran y están muy asustados pero, poco a poco, se van adaptando, hacen amigos y
aceptan su enfermedad con un heroísmo y una madurez dignos de admiración. Estoy segura que estos pequeñitos reciben una Gracia
muy especial que les permite atravesar esta dura enfermedad con alegría y optimismo impresionantes.
Juan José de 5 años fue uno de los pacientes
que más movió mi corazón. Mi Juanjo, como lo llamaba y aún lo llamo cariñosamente, tenía Leucemia en recaída, es decir, se
había “curado” y luego la leucemia había vuelto a aparecer. Iniciamos rápidamente el tratamiento, muy agresivo
y Juanjo tuvo todas las complicaciones: fiebre, neutropenia (baja de defensas), infecciones por hongos, entre otras. Un día
despertó y nos contó a su madre y a mí que el Ángel Pablo le había prestado sus alas y que había paseado por todo el hospital,
estaba muy contento pero le había dado un poco de tristeza ver a uno de los guardias que estaba enfermo y por la fiebre se
había puesto un buzo rojo. Ese día Juanjo entró en coma. Al salir de la Unidad de terapia intensiva, encontramos a uno de
los guardias, con buzo rojo, con un refriado terrible, fue muy impresionante.
Varios días después, Juanjo sufrió más complicaciones
y su diagnóstico fue definitivo: muerte cerebral. Su madre pidió que no lo desconectaran del respirador hasta conseguir un
sacerdote que le diera los santos Óleos, durante toda la tarde no lo conseguimos así que decidimos esperar al día siguiente.
En la mañana fui a ver a Juanjo para despedirme y sucedió un milagro, Juanjo, al escucharme, abrió los ojos y con su lengua
quiso empujar el tubo endotraqueal que le ayudaba al respirar. Le pregunté si quería que se lo retiráramos y con su cabecita
dijo que si.
Pocos días depués Juanjo se iba para su
casa, al salir dijo que pronto tendría sus propias alas y que quería hacer algunas cosas antes de irse. Su madre y yo nos
espeluznamos. Juanjo le pidió a su mamá comprarle unos juguetes, no para él, porque él “ya no los necesitaba”,
era para sus amiguitos del Hospital. Este pequeñito pidió a su mamá reunir a su familia, su madre lo hizo y ese día Juanjo
falleció de la manera más extraña. Aparentemente aspiró (el agua con la que tomaba una pastilla se fue al pulmón), lo cual
es muy raro en su edad. Su madre vino al hospital con una paz indescriptible y dijo: Yo sé que mi hijo está en el cielo, él
nos preparó para esto y yo estoy tranquila porque sé que él está bien.
Estas experiencias nos enseñan tanto, a
cerca de Dios y de su infinito Amor. Se dice que Dios no da a nadie lo que no puede manejar o no necesita, pues Dios, a estos
niños y a sus familias, les da una Gracia tan especial que aprenden a manejar esta enfermedad con una alegría indescriptible.
Son o se convierten en personas muy generosas, ordenadas, muy caritativas, cualquier insignificancia es motivo de alegría,
sus corazones están tan cerca de Él que se puede sentir en el ambiente. Y, cuando sucede lo humanamente más triste, que es
el fallecimiento de alguno de ellos, uno tiene la seguridad que ese pequeñito o pequeñita está en el cielo, con Dios, sin
dolor, sin pinchazos, sin nada más que el Amor de Nuestro Señor.
La familia de mi Juanjo creó una fundación
que se llama cómo él que ahora se dedica a darles clases a los niños mientras están en el hospital para que no se atrasen
en los estudios de la escuela.
Reflexion por la Doctora Denise(Colombia)
Esta experiencia de la Doctora Isabel me
hizo recordar un paciente en iguales condiciones con diagnostico de cáncer en su etapa terminal, cuando me dieron los resultados
de laboratorios en el que el oncólogo decía el mal pronostico que tenia el paciente, al cual antes de ir a la casa del Padre
Celestial, le dije Edwin quieres que te enseñe lo importante que es estar en las manos de Dios, de abandonarse a El,
lo importante que es dejar que Dios decida todo por ti, Edwin a la corta edad de 12 años me dijo si, le dije te voy a enseñar
un canto: Padre me abandono en tus manos, haz de mi lo que tu quieras. Por todo lo que hagas de mi te agradezco, Señor.
Estoy
dispuesto a todo, todo lo acepto, tan solo que tu voluntad se haga en mi y en todas tus criaturas. No deseo nada mas Dios
mío, pongo yo mi vida en tus manos, te la doy con todo el amor de mi corazón.Luego de varios ensayos que hicimos en el momento
el canto todo este canto, luego en la noche el niño entro en coma por hemorragia cerebral porque sus nivel de plaquetas estaba
muy bajas ,y al otro día partió a la casa del Padre Eterno y se puso en las manos del Señor. Este es un ejemplo de entrega
a la voluntad de Dios.
El sufrimiento de aqui abajo no tiene proporción con la gloria del cielo
2 Cor 4, 17.
"Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por
eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar, aunque ruja el mar y
se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia.
" Salmo 46: 1-2
Reflexion por la Doctora Denise(Colombia)
Esta experiencia de la Doctora Isabel me
hizo recordar un paciente en iguales condiciones con diagnostico de cáncer en su etapa terminal, cuando me dieron los resultados
de laboratorios en el que el oncólogo decía el mal pronostico que tenia el paciente, al cual antes de ir a la casa del Padre
Celestial, le dije Edwin quieres que te enseñe lo importante que es estar en las manos de Dios, de abandonarse a El,
lo importante que es dejar que Dios decida todo por ti, Edwin a la corta edad de 12 años me dijo si, le dije te voy a enseñar
un canto: Padre me abandono en tus manos, haz de mi lo que tu quieras. Por todo lo que hagas de mi te agradezco, Señor.
Estoy
dispuesto a todo, todo lo acepto, tan solo que tu voluntad se haga en mi y en todas tus criaturas. No deseo nada mas Dios
mío, pongo yo mi vida en tus manos, te la doy con todo el amor de mi corazón.Luego de varios ensayos que hicimos en el momento
el canto todo este canto, luego en la noche el niño entro en coma por hemorragia cerebral porque sus nivel de plaquetas estaba
muy bajas ,y al otro día partió a la casa del Padre Eterno y se puso en las manos del Señor. Este es un ejemplo de entrega
a la voluntad de Dios.
El sufrimiento de aqui abajo no tiene proporción con la gloria del cielo
2 Cor 4, 17.
"Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por
eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar, aunque ruja el mar y
se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia.
" Salmo 46: 1-2